«Mi deseo es que esta misión continúe por mucho tiempo, ayudando a los más débiles» – Fundación Las Rosas

«Mi deseo es que esta misión continúe por mucho tiempo, ayudando a los más débiles»

La hermana Judith Forero llegó al Hogar San Juan Pablo II  de Fundación Las Rosas, en agosto de 2005. La religiosa, con una amplia trayectoria de servicio en la Congregación Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth, asumió como Directora Religiosa del Hogar de Arauco hasta 2007 y hoy, luego de 16 años de servicio al prójimo más necesitado, se traslada a Ecuador . 

“Cuando llegué al hogar había 80 residentes, hombres y mujeres. La mayoría eran autovalentes, y se ocupaban generalmente en tareas de agricultura, ya que todos eran de la región y no querían perder la costumbre de trabajar la tierra. Sembraban y cosechaban todo tipo de verduras, como maíz, zanahorias, habas, papas, lechuga, zapallo, etc.

En el Hogar las mujeres realizaban tejidos, bordados, fabricaban Rosarios, basureros y muchas de estas cosas se vendían a la comunidad. El mayor trabajo lo tenían en los días de la Madre, del Padre y en Navidad. Venían las personas de afuera a encargar con tiempo los productos, ya que les gustaba mucho el trabajo de las residentes.

En el año 2010 vivimos el terremoto. Gracias a Dios y a San José, pudimos junto con las colaboradoras y personas de la comunidad rescatar a los residentes. Lo más lindo de ese momento fue que la estatua de San José, que estaba mirando hacia el portón de salida, con el movimiento telúrico, se volvió hacia la entrada del Hogar, sin caer y sin romperse. Todos lo tomamos como un milagro, desde ese día nunca se volvió a cambiar y Él siempre está mirando hacia el Hogar.

Hemos pasado muchas vivencias en este Hogar, ahora que ya cumplo 57 años en mi Congregación y 16 años en Fundación Las Rosas, tengo mucho cariño por todos los que aquí viven y trabajan. Hemos envejecido juntos, por lo cual agradezco a todas las personas que he conocido en Fundación como el Padre Andrés Ariztía, don Edgardo Fuenzalida, Max Donoso, a nuestro nuevo Capellán, el Padre Carlos Irarrázaval y a todos los que trabajan y trabajaron en la Administración Central de la Fundación, por todo su apoyo durante estos años.

En este Hogar conocí gente muy buena y generosa con los abuelos, los profesionales de Salud, los que trabajan en dirección y muchas colaboradoras. Mi deseo es que esto continúe por mucho tiempo, ayudando a los más débiles que son los adultos mayores. Me da un poquito de pena tener que partir, pero sé que he dejado alguna huella y me llevo los más lindos recuerdos de este Hogar, de las personas que aquí trabajan y muy especialmente de los residentes, a quienes quiero mucho”.                    

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